Fray Sebastián Díaz y las primeras reformas ortográficas en Chile e Hispanoamérica

 

Tanto para Chile como para Hispanoamérica en su conjunto, la crítica especializada suele considerar a Andrés Bello como el primer reformador de la ortografía española. Así, por ejemplo, Lidia Contreras, en su Historia de las ideas ortográficas en Chile, afirma que “Ningún estudio sobre la ortografía en Chile puede comenzar sin una referencia muy especial a las ideas ortográficas de don Andrés Bello”1 . Del mismo modo, al momento de inventariar las reformas ortográficas hispanoamericanas, Abraham Esteve Serrano señala: “Los iniciadores del movimiento renovador fueron Andrés Bello y Juan García del Río, quienes, durante su permanencia en Londres, publicaron en la Biblioteca Americana unas Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar y uniformar la Ortografía en América (1823), con las iniciales de G. R. y A. B.”2 .

 

Sin embargo, ambos autores —tal como debe ocurrir, nos aventuramos a creer, con la mayoría de sus pares— no mencionan las propuestas que cuarenta años antes de la aparición del artículo de Bello y García del Río efectuara el dominico chileno Sebastián Díaz de Andrade. Con todo, conviene aclarar que no es nuestra intención desmerecer por ello los traba-jos de Contreras y Esteve Serrano, pues aún hoy el padre Díaz sigue siendo una figura desconocida para el grueso de los investigadores de la literatura chilena e hispanoamericana. Por tal motivo, antes de presentar sus reformas ortográficas, nos parece necesario entregar una breve reseña suya.

 

Sebastián Díaz nació en Santiago en 1741, fue prior de la Recoleta Dominica en dos ocasiones (1781-1784 y 1786-1794) y falleció en la misma ciudad en 1813. Estudió Filosofía en el Convento del Rosario de Santiago y Teología en la Universidad de San Felipe, donde, en 30 de septiembre de 1763, se graduó de bachiller, licenciado y doctor en Teología (Medina, 1928, 526). De esta forma, “ingresó al claustro de doctores de la Universidad y llegó a ser en ella examinador en su facultad” (Ávila Martel, 1989, 83).

 

Aparte de los estudios oficiales cursados por Díaz, sabemos que fue autodidacta y que se preocupó por adquirir una cantidad ingente de conocimientos que no eran de fácil acceso ni de simple asimilación, como derecho canónico y civil, medicina, matemáticas, botánica, astronomía, historia, literatura, idiomas, etc. En opinión de Domingo Aracena, no había coetáneo suyo que lo igualase en saber: “Su ciencia no se limitaba a esta o aquella facultad en particular: se extendia a todo el vasto campo del saber, y podría llamarsele con toda propiedad sabio en toda la extensión de la palabra” (Aracena, 1843, 13). Otra evidencia del interés cognoscitivo del religioso lo representa la petición hecha a la Inquisición limeña a fin de que se le permitiese leer obras prohibidas. Para ello, debió “presentar una solicitud, directamente ante la Suprema o ante el Tribunal, indicando algunas referencias biográficas y los motivos que le impulsaban a pedirla”. Satisfactorias han de haberle parecido a los inquisidores las informaciones brindadas por Díaz, porque en 1793 se le concedió la licencia requerida (Millar Carvacho, 1997, 387-388).

 

De acuerdo a Alamiro de Ávila Martel, el dominico consagró gran parte de su tiempo “al estudio, a enseñar y a escribir” (1989, 86), dedicación producto de la cual surgieron de su pluma varias obras de carácter piadoso tanto como científico; a saber: Descripción narrativa de las religiosas costumbres del M. R. P. Mro. Fr. Manuel de Acuña (1782), Noticia general de las cosas del mundo por el orden de su colocacion (primera parte, 1783; segunda parte, inédita), Vida y virtudes de sor María Mercedes de la Purificación, Tratado elemental de Geometria, Exposición de la Geometria Elemental del Grande Euclides, Tratado contra las falsas piedades y Manual Dogmático i Polemico3 . De este conjunto, la que más destaca es Noticia general de las cosas del mundo, cuya primera parte fue publicada en Lima en 1783, mientras que la segunda se halla inédita y manuscrita en el Archivo de la Recoleta Dominica4 . Además —y en lo que nos interesa—, es en este texto en donde se incluyen la serie de reformas propuestas por el religioso.

 

Mediante el texto antedicho Díaz se propuso entregar una enseñanza capaz de desarrollar una razón analítica en la población nacional, la que esperaba suplantase a la estolidez que él consideraba vigente en Chile.

 

Para ello, estimó necesario reducir “unas materias muy vastas” a un compendio

 

… brevisimo respecto de los dilatados, y dispersos volumenes, en que [los jóvenes] se avian de fatigar para estudiarlas, si quisieran, (aun quando los encontraran, y tuvieran entrada por diversidad de idiomas): y brevisimo respecto de otros, que aunque en idioma comun aian conpilado muchas de ellas, pero no todas, ni tanto en cada una de todas (Díaz, 1783, s.f.).

 

De este modo, el dominico se dio a la tarea de componer una obra enciclopédica que fuese asequible al común de la colectividad —hombres y mujeres, jóvenes y adultos, letrados y no tan letrados—, tratando las diversas materias que componían su escrito de manera general (no particular, lo que hubiese demandado conocimientos especiales de parte de aquéllos) y adecuando el idioma al uso de sus destinatarios.

 

En este sentido, se comprende entonces que la ortografía propuesta por Díaz es fruto de su interés por entregar a la comunidad chilena una formación no muy difícil de asimilar. Así es como señala lo siguiente:

 

Me è resuelto à conformar la ortografia, á modo de escribir, con la pronunciacion: dejando aun lado las duplicaciones, y las letras, que en la prolacion de palabras no suenan, ò por falta de valor intrinseco, ó por allarse en dicciones, que el uso pronuncia con otra fuerza (quando no en otros Payses) en el nuestro (Díaz, 1783, s.f.).

 

Refiere, luego, que no ha podido encontrar la Ortografía de la lengua castellana publicada por la Real Academia Española 5 y que, por lo tanto, ha debido valerse “del derecho comun de Idiomas para legitimar las voces, y usos, que tiene introducidos la costunbre” (Díaz, 1783, s.f.)6 . La Real Academia, ya desde la primera edición de su Ortografía (1741), venía dando señales de un acercamiento gradual al criterio fonético. Allí, por ejemplo, señala que la pronunciación debe ser “principio y guía para escribir lo que debe pronunciar el que lee”, aunque no ha de ser principio absoluto “porque nuestra pronunciación natural confunde muchas veces las letras” (RAE citada por Rosenblat, 1981, LXXII). En las siguientes ediciones la Academia continuó dando pasos importantes hacia el fonetismo, mas siempre advirtiendo que éste no era el único modelo a seguir. En la sexta edición, por ejemplo, esta-blece como regla primera: “La pronunciacion se debe tener por regla única y universal siempre que por ella sola se pueda conocer con que letra se ha de escribir la voz”7 . En los casos en que el criterio fonético no dé solución a los problemas ortográficos —agrega— se deben utilizar o el principio del uso común o el principio etimológico.

 

Siguiendo, por tanto, los dictados de la propia Real Academia Española de la Lengua, Díaz formó un sistema ortográfico que tenía por objeto escribir las palabras tal como se pronunciaban. De acuerdo a Diego Barras Arana, “algunas de éstas modificaciones, que para muchos eran novedades, i que el padre Diaz proponia como opinion propia, fueron en esa misma época sostenidas en España por escritores i gramáticos i aceptadas por la academia” (1886, 575, Nota). Aun así, no puede dejar de observarse que el criterio fonético utilizado por Díaz era, al parecer, de poco uso en Chile y en el resto de Hispanoamérica, lo que dotaba a sus reformas de un carácter ciertamente innovador.

 

Resta añadir, por último, que el documento que aquí reproducimos forma parte una nota que el padre Díaz coloca al final del prólogo de su ya referido libro8 . Por este motivo hemos optado por mantener ese sencillo título 9.

 

NOTA

 

Me è resuelto à conformar la ortografia, á modo de escribir, con la pronunciacion: dejando aun lado las duplicaciones, y las letras, que en la prolacion de palabras no suenan, ò por falta de valor intrinseco, ó por allarse en dicciones, que el uso pronuncia con otra fuerza (quando no en otros Payses) en el nuestro. Y porque me parece que este Sistema no traè la autoridad de la Real Academia Española para todos los terminos, con que viene practicado en algunos Libros, y enseñado en otro; teniendo por arvitrarias sus estensiones, lo modifico yo por algunas, que son comunes en los Escritores modernos, que an llegado à mis manos, por algunas, en que ellos no van uniformes, y por algunas en que yo no concuerdo con ninguno. No è podido allar el Libro de ortografia, que los Academicos mandaron inprimir, ni me queda tienpo de buscarlo, para ver si en la conposicion de mi Sistema voy puntualmente (segun deseo) por la norma de sus sabias direcciones. Avia padecido alguna suspension à cerca de esto; pero depuse el escrupulo, valiendome del derecho comun de Idiomas para legitimar las voces, y usos, que tiene introducidos la costunbre: en atencion à que aquella misma Academia quiere que yo no me aparte de esta Regla, á que en mi Pays ay distinto uso para pronunciar muchas palabras del que govierna el dialecto de otros, y á que si no obstante todo esto, quando merezca ver el Libro espresado allare alguna diferencia de lo que intento, pondrè de nuevo ese nivel, para hacer que mi Sistema convenga con él asta en los apices.

 

Las modificaciones principales de mi ortografia son: primera, usar de la C quando le sigue ue, ui, que no se pronuncian en diptongo, ó unidad, sonando solo la E, ó la I, sino como separadas, sonando una y otra de cada concurso de esos, vg. frecuencia, consecuencia, cuidado &c. porque si se usa de la Q se ande pronunciar como diptongos, callando la U.

 

2. No echar mano de la X para ningun caso de pronunciacion fuerte con vocal posterior; sino de la G quando la vocal es E, ò es I, y quando es qualquiera de las otras tres poner la J. Egenplos de los primero: egenplar, egercicio, progimo; de lo segundo: pajaro, dijo, lujuria. Ni desterrar la G del lado posterior de la vocal, como para decir digno, benigno, escribir, dinno, beninno, con la sustitución de una N, ni sin ella: porque esto serìa escribir de otro modo del que pronunciamos: sienpre emos pronunciado en la Patria digno, benigno &c.

 

3. Dejar la H en todos los casos que no suena, sola, ò acompañada con otra, como para decir Onbre, y para decir Cristo, y aprobecharla en los que tiene algun valor, como Chile, Chimenèa, &c. E accedido à esta magsima por aligerar el estudio de los Muchachos, ó de desenbarazarlos del cuidado redistinguir quando ay H, y quando no; pero no puedo convenir en que para suplirla en las palabras huerta, huebo, hueso, entre la G diciendo: guerta, guebo, gueso, y asi en otras semejantes, porque eso serìa introducirnos nuevas pronuncia-ciones, que asta ahora no á acostunbrado el uso de los Conpatriotas, ò Paysanos; y porque, aunque se quite la H, poniendo U vocal, y no V consonante, sienpre sale genuina la pronunciacion. Escribase uerta, uebo, ueso, que esto no es berta, bebo, beso, con equiboco del nonbre propio de Berta, ni de la accion de beber, ò la de oscular, sino pronunciarlo todo como quando se le ponía la H.

 

4. Omitir la M. antes de B, P, y M, porque asì no pronunciamos

 

 

 

 

 

 

 

1 Lidia Contreras (1993). Historia de las ideas ortográficas en Chile. Santiago de Chile: DIBAM / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, p. 19.


2 Abraham Esteve Serrano (1982). Estudios de teoría ortográfica del español. Murcia: Universidad de Mur-cia, p. 109.


3 Estos cinco últimos textos se conservan manuscritos.

 

4 Cabe señalar que en nuestra tesis de posgrado (Jorge Cáceres R. (2009). La Noticia general de las cosas del mundo de fray Sebastián Díaz, O.P., y la promoción de una educación ilustrada. Tesis para optar al grado de Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena. Santiago de Chile: Universidad de Santiago de Chile) hemos estudiado tanto la figura como la obra de Sebastián Díaz. En ella, además, hemos transcrito íntegra-mente el manuscrito de la segunda parte de la Noticia general.

 

5 La sexta edición, publicada en 1779.


6 De todos modos, Díaz manifiesta que, una vez hallado el texto de la Real Academia, en caso de existir dife-rencias, corregirá sus modificaciones y seguirá los dictámenes del organismo oficial con tal de que su sistema “convenga con él asta en los apices” (Díaz, 1783, s.f.).

 

7Real Academia Española (1779). Ortografia de la Lengua Castellana. Madrid: Imprenta de Joaquín Ibarra, p. 11. Cursivas mías.

 

8Vale señalar que las páginas en que se encuentran la dedicatoria, los textos nuncupatorios y el prólogo de la Noticia general no están numeradas.

 

9Anteriormente, sólo Alejandro Fuenzalida Grandón (Historia del desarrollo intelectual en Chile (1541-1810).

Enseñanza pública i cultura intelectual. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, 1903, pp. 48-49) y Alamiro de Ávila Martel (1989, 92-95) habían reproducido íntegramente las reformas ortográficas del padre Díaz.

 

 


Referencias Bibliográficas

 

Aracena, Domingo (1843). El P. Mtro. Fr. Sebastian Diaz. En Fastos Estadisticos de la Comunidad de la Recoleta Dominica de Santiago de Chile. Santiago de Chile: Archivo de la Recoleta Dominica de Santiago de Chile. Manuscrito.

Ávila Martel, Alamiro de (1989). El padre Sebastián Díaz y su ortografía fonética chilena. Anales de la Universidad de Chile, 5ª serie, 17, 81-95.

Barros Arana, Diego (1886). Historia Jeneral de Chile. Tomo VII. Santiago de Chile: Rafael Jover.

Cáceres R., Jorge (2009). La Noticia general de las cosas del mundo de fray Sebastián Díaz, O.P., y la promoción de una educación ilustrada. Tesis para optar al grado de Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena. Santiago de Chile: Universidad de Santiago de Chile.

Díaz, Sebastián (1783). Noticia general de las cosas del mundo por el orden de su colocacion. Para el uso de la Casa de los Señores Marquezes de la Pica y para instrucción comun de la Jubentud del Reyno de Chile. Lima: Imprenta Real.

Medina, José Toribio (1928). Historia de la Real Universidad de San Felipe de Santiago de Chile. Tomo I. Santiago de Chile: Soc. Imp. y Lit. Universo.

Millar Carvacho, René (1997). Inquisición y sociedad en el virreinato peruano. Estudios sobre el Tribunal de la Inquisición de Lima. Santiago de Chile: Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú e Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Rosenblat, Ángel (1981). Las ideas ortográficas de Bello. Prólogo a Andrés Bello. Estudios gramaticales (pp. IX-CXXXVIII). Obras Completas. Tomo V. Caracas: La Casa de Bello.



 











Discursos/prácticas Nº 4 [Sem. 2] 2010



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