Rojo, Grínor. (2010).  Discrepancias de Bicentenario. Santiago de Chile:
LOM. 175 pp.
ISBN 9789560001825

 

Grinor Rojo, profesor y director del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la Universidad de Chile, es actualmente uno de los intelectuales más influyentes del País. Su trayectoria y su producción en el campo de la crítica literaria y de los estudios culturales es abundante y ampliamente conocida. Cabe destacar, entre sus más recientes producciones el libro Globalización e identidades nacionales y postnacionales…¿de qué estamos hablando? (2006), un extenso ensayo que aborda el tema identitario y que sitúa por sobre la clásica y algo inocente labor de dilucidar aquello que somos como sociedad, el afán de revelar a sus lectores lo que no somos ni hemos sido jamás. Estos escritos lo convirtieron en merecedor del premio de ensayo “Ezequiel Martínez Estrada 2009” otorgado por Casa de las Américas ese mismo año. Otros de sus aportes más recientes son también Borgeana (2009), Las armas de las letras: ensayos neoarielistas (2008), Postcolonialidad y nación (2003) en coautoría con Alicia Salomone y Claudia Zapata y Diez tesis sobre la crítica (2001).

 

“Augusto Pinochet está aún con nosotros, reconozcámoslo” se lee en las primeras páginas de Discrepancias de Bicentenario (2010). Afirmación anacrónica para algunos, contraproducente para otros, pero sumamente lúcida y honesta para una mayoría que esperaba en las tinieblas de un silencio vergonzoso, comprobar con sorpresa que aquella sensación, sofocada a diario por un discurso ‘futurista’, es compartida por uno de los intelectuales más influyentes de nuestro país.

 

Rojo, con un didactismo ejemplar, nos sumerge en la maraña crítica de un análisis desenfadado del escenario social (escenario aquí como espacio para el espectáculo) con el cual nuestro país enfrenta la ficción bicentenaria, acuñando entre sus líneas, el nombre de Pinochet como sinécdoque de todo aquello que puede representar el sello de la dictadura. Un centro de imantación que sirve como génesis de una serie de fenómenos nefastos que él se propone revisar. Diez ensayos y un breve discurso de agradecimiento1 escritos entre 2008 y 2010 componen este libro que reúne el pensamiento del académico en torno a la realidad cultural, política y social de Chile, y las consecuencias que de ella se derivan en el devenir de nuestra existencia como sociedad. Su diatriba alcanza un desarrollo ejemplar en ensayos como Campo cultural y neoliberalismo en Chile y La práctica, el estudio y la enseñanza de la literatura, ampliamente comentados en las siguientes líneas.

 

Las reflexiones críticas de Rojo nos conducen a los lugares más oscuros de nuestra sociedad, revelan nuestros vicios, nos muestran esa cara oculta tras la careta de un país moderno que tanto le debe al milagro económico neoliberal, aquella ‘revolución silenciosa’ que logró consagrarse durante el gobierno militar. Existe, según el autor, una incoherencia evidente entre los discursos oficialistas y la realidad que los hogares chilenos padecen en la actualidad. Esa incongruencia, cada vez más solapada bajo el manto televisivo del mercado del dolor, provoca paulatinamente sentimientos encontrados en aquellos sujetos anónimos a los que la festivalera dicha del cambio no premió.

 

Cómo, entonces, nuestra sociedad logra crear esta ilusión de prosperidad que estabiliza las fuerzas excéntricas encargadas de provocar las tensiones necesarias para los cambios radicales. No podemos atribuir tal fenómeno exclusivamente a las estrategias publicitarias y evasivas del gobierno actual (sería demasiado mérito). Esta alienación que padece la sociedad chilena, siguiendo el razonamiento del autor, es consecuencia de un proyecto de país amasado durante la dictadura. Según Rojo, uno de sus ingenieros más prominentes, Jaime Guzmán, siembra los cimientos de un nuevo sujeto, que hoy en día, a 37 años del ‘pronunciamiento’, comienza a revelar sus más profundas carencias:


Era aquel el comienzo del triángulo fatídico compuesto por los militares, el mercado […] y la TV, un ménage á trois mucho más compatible de lo que se podría suponer, cuyas ventajas Jaime Guzmán Errázuriz, el ideólogo de la dictadura, fue uno de los que olfatearon con rapidez […] En el fondo, y esa era la finalidad última de semejantes estrategias, se transparentaba a través de ellas el deseo de moldear un nuevo sujeto nacional, que se desentendiera no solo de los progresos sociales de los cuales había sido protagonista durante los cortos tres años del gobierno de Allende, sino también de los que se habían acumulado a favor suyo en los cincuenta que le precedieron (Rojo, 2010: 46).

 

Este proyecto ‘reconstructor’ cambia a los chilenos, sus vidas y las formas de relacionarse con todos los aspectos de la sociedad, entre ellos la cultura. Para el autor nuestro país ha transitado, durante los últimos treinta años o más, por al menos tres estados culturales distintos, tres formas distintas de ver, asumir y hacer cultura, cuyas transformaciones explican, en cierta medida, las prácticas que actualmente determinan el campo cultural. Los pasos que fue dando el campo, desde el quiebre que significó la dictadura, la instauración de un nuevo y brutal sistema económico, las acciones deliberadas dirigidas a las formas de hacer cultura permitidas y prohibidas y las distintas concesiones y acuerdos bajo los cuales se negoció el “retiro” de los militares, conforman el cúmulo de aspectos que hicieron posible que en la actualidad el campo cultural sea lo que es. El autor, en el ensayo Campo cultural y neoliberalismo en Chile plantea una rearticulación de los elementos de la cultura durante el período de gobierno de Salvador Allende (1970-1973) signado por la apropiación, por parte de los sectores más populares de la sociedad, de la alta cultura y por el reconocimiento y valoración de los productos culturales de esos mismos grupos, como elemento fundamental de la identidad nacional. Durante este breve período, los fundamentos ideológicos reinantes permearon la concepción de la cultura:


La extensión del espíritu igualitario buscó, como su producto más deseable, una ética de la colaboración y solidaridad. Colaboración y solidaridad con el otro, ése que era, de acuerdo a las definiciones tomasina y moderna, igual a uno y al que uno tenía que reconocerle necesidades y derechos que eran equivalentes a los propios; y también colaboración y solidaridad con el país, ese que era de uno y que a uno lo abastecía con un sentimiento de pertenencia y con una identidad (Rojo, 2010: 27).

 

Esta nueva sensibilidad trasciende hacia el campo cultural y reconoce el componente artístico de aquellas producciones comprometidas incluso políticamente, emanadas de estratos socioeconómicos medios y bajos. La incumbencia de estas productos (arte muralista y cartelismo2 , por ejemplo) en el campo cultural son síntoma de los cambios político – sociales que Chile protagonizó en aquellos años3.


Siguiendo la propuesta de Rojo, desde 1973 en adelante, la dictadura, a través de los distintos mecanismos de ‘reconstrucción’ que la caracterizaron, desplaza las posiciones del campo cultural para dar paso a un “nacionalismo cerril y xenófobo, con todo de militarista y mucho de populachero” (Rojo, 2010: 44) que rearticula el imaginario nacional por medio de estrategias que ocultan más de lo que muestran, entre las que destacan, en la esfera de la educación:


Clases de historia que eludían o recortaban cualquier enseñanza inconveniente, desde la Revolución Francesa a la Mexicana, la desaparición de las ciencias sociales en los libros de texto, el disciplinamiento de cuartel de los escolares y una canción nacional a la que se le restauraron versos en los que se alababa a la soldadesca y que no se habían cantado desde hacía cien años (Rojo, 2010: 45).

 

Con todo, los desplazamientos mencionados, si bien son producto de la imposición, desde todos los frentes, de nuevas formas de ‘hacer patria’, al mismo tiempo, y este es uno de los aportes más interesantes esbozados por el autor, son también las causas embrionarias del nuevo orden social que hoy día nuestro país practica. La metáfora de la ‘tabula rasa’ que extrapola Klein, producto de la implantación del neoliberalismo de Friedman en Chile, comienza su reescritura en el imaginario colectivo de la época:

 

Comenzaba con ello la renuncia teórica y práctica a la idea de que el combate contra la desigualdad era un quehacer prioritario en cualquier sociedad civilizada y a su reemplazo con la monserga interesadamente dogmática según la cual el Estado debía abstenerse de cualquier iniciativa en el plano económico, como no fuera la de impedir que se interfiriese con la solución “natural” de los problemas (Rojo, 2010: 45).


Ese ‘blanqueo de Chile’, en palabras de Moulián (1997), cuya fuente ideológica proviene principalmente de las teorías basadas en el comportamiento del mercado propuestas por la Facultad de Economía de la Universidad de Chicago4 , consistió, además de “poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales respecto a las normas racionales y de las estructuras económicas y sociales que son la condición de su ejercicio” (Bourdieu, 2002: 9-10), en aplicar una borradura de aquellos avances sociales que se habían alcanzado en épocas anteriores:

 

El trienio de conductas solidarias se transformaba al cabo en viejo recuerdo del pasado y hacia el futuro empezaba a perfilarse un panorama cultural que si bien no era nuevo, tampoco había tenido hasta entonces la oportunidad de concretarse echando mano de todo su tremendo poderío (Rojo, 2010: 46).

 

La conciencia del colectivo desaparece (o muta) para dar paso a una especie de individualismo que, por sobre el individuo, es masa, es anonimato. Así lo hacen notar algunos artistas que intentan, tras varios años de dictadura, articular un contradiscurso que denuncie aquellos cambios que ha sufrido el sujeto durante el largo período de gobierno militar, como lo hizo por ejemplo, el grupo de acciones de arte CADA5 , “un quehacer cultural que luchaba por el recobro de la libertad y la democracia con cualesquiera fuesen los recursos a su alcance” (Rojo, 2010: 48).

 

Finalmente, el tercer estadio que reconoce el autor plantea una reestructuración “a medias” de los elementos del campo cultural, producto de aquellas fórmulas de transición que determinaron el regreso a la democracia. Según Rojo, los vicios más evidentes que expresa el campo cultural surgen como una consecuencia de la profundización, ya en democracia, del modelo económico instaurado en dictadura y de las prácticas de la desmemoria que fueron rearticulando el imaginario colectivo que comentábamos algunos reglones atrás. Por sobre el campo cultural pesa un problema mayor que para el autor sería el responsable del funcionamiento social reinante. Si bien, reconoce que el país recuperó cierta ‘libertad’ con la salida de Pinochet, también alerta en torno a la infinidad de prácticas heredadas que siguen controlando el quehacer nacional. El retorno a la democracia no significó, entonces, rechazo hacia el pasado dictatorial, más bien “una prolongación con morigeraciones del status quo anterior” (Rojo, 2010: 49). Tras una extensa y exhaustiva exposición, Grinor Rojo arguye, entre otras razones, que aquel estado de pseudodemocracia que impide el desarrollo pleno y justo del campo cultural, es consecuencia inmediata del período anterior; “porque lo cierto es que no ha habido en este Chile de después de los ochenta una ruptura con las políticas autoritarias del período dictatorial, sino un relevo y una transformación negociados” (Rojo, 2010: 50). Como muestra de aquello, Rojo trae a colación los innumerables problemas relacionados a la libertad de expresión, la censura, la concentración de los medios de información, la criminalización de la crítica política y de la protesta social, la paulatina privatización del sistema educativo, los monopolios de las empresas editoriales, entre otros.

 

El autor recrimina a todos los gobiernos postdictatoriales no haber hecho lo suficiente para restituir al país aquello que la dictadura le robó: “yo les reprocho sobre todo, a quienes nos han gobernado con posterioridad a la catástrofe Pinochet, el no haberles puesto un freno a los poderes omnidegenerativos del modelo económico, político, social y cultural que el dictador impuso en nuestro país” (Rojo, 2010: 89).


A pesar de lo apocalíptico que pueda parecernos el análisis de Rojo, sus interpretaciones de nuestro estado nacional no son, o no son solamente, el triste corolario de un viejo sabio que rememora con nostalgia aquel pasado que se fue. En sus últimas líneas, el autor plantea las posibles y plausibles alternativas para invertir los fenómenos económicos que, por su extensión y omnipresencia, minan la sociedad, sin la necesidad de sustituir ‘el modelo económico mercantil’, pero sí el ‘modelo de vida mercantil’ (Rojo, 2010: 90), función a cargo, específicamente, del Estado chileno. Como ejemplo de ello, trae a colación el ya desprestigiado escenario educacional, en donde las políticas no han sido suficientes porque no han prestado atención a la raíz de los problemas que aquejan al sistema. Más allá de los semáforos o de un par de horas más o menos dependiendo del área, o de preparar profesores de forma gratuita –aunque en las aulas se siga enseñando lo mismo y de la misma forma– para Grinor Rojo, los problemas actuales en torno a la lectura y escritura poseen un trasfondo que involucra un cambio de lógica, más que de intereses o instrumentos:


Esta es una competencia [la del libro con la imagen mediática] entablada no solo entre instrumentos de la comunicación […], es una competencia entre dos lógicas. Una lógica lineal, de la consecutividad y la consecuencialidad, que trabaja produciendo inferencias conceptuales, que es el modo como según todos sabemos funciona el pensamiento racional, y otra de la yuxtaposición, de la simultaneidad, cuya dinámica operativa apela de preferencia a los poderes de la analogía y que es la forma de pensar intuitivo. La primera es la lógica del libro y la letra; la segunda, la del televisor y el computador. (Rojo, 2010: 121-122)

 

Los esfuerzos, entonces, deben dirigirse hacia la potencialización de la primera lógica (sin necesidad de negar o rechazar la segunda), y para esto es necesaria, entre otras medidas, la existencia de un profesor “entusiasta, bien formado y bien pagado” (Rojo, 2010: 126).

 

Para el autor, los problemas que nuestra sociedad refleja son un claro ejemplo de banalización de la vida. El televisivo ‘ocultar mostrando’ que propone Bourdieu, lleva a Rojo a una crítica severa y preocupante; “no es incorrecto decir que la banalidad cuenta con dos atributos esenciales y tremendamente poderosos: el de escamotearnos aquello que es acreedor de nuestra crítica y el de neutralizarnos como individuos críticos” (Rojo, 2010: 101). Para Rojo, el discurso de la derecha o del conservadurísmo responde a esta forma de operar:

 

El cosismo de la derecha política chilena, ¿no constituye una muestra egregia de banalidad? Cuando la derecha política de mi país declara que lo que a ella le interesa son “las cosas que le interesan a la gente” lo que nos quiere decir con eso es que lo que a ella le interesa es poner en la agenda de la discusión ciudadana solo lo que a esa gente le pasa en sus trajines de todos los días, en su casa, en su calle, en su barrio en el mejor (o en el más osado) de los casos y nada más (Rojo, 2010: 103)

 

En suma, una de las tesis implícitas que cruzan todos o la gran mayoría de los ensayos reunidos en este libro pereciera ser aquella que propone que las causas de que hoy nuestra sociedad, el campo cultural y el habitante actual de nuestro país, ostenten carencias de todo tipo, provienen irremediablemente de un pasado histórico lamentable. Sin embargo, y tal vez la revelación más trágica por lo paradojal, es aquella que nos propone que el estado actual de las cosas se perpetúa –a veinte años del fin de la dictadura- debido a gobiernos ‘democráticos’ que poco y nada hicieron por revertir el status quo reinante, principalmente en lo que respecta al ámbito económico;


después de habernos visto en la desdichada situación de soportar una larga noche de oscurantismo económico, político, social, cultural y moral, que se extendió durante diecisiete años nada menos, me resulta evidente que en los veinte que le siguen nuestra existencia colectiva ha transcurrido a media luz (Rojo, 2010: 7)

 

La alegría nunca vino y los ciudadanos olvidaron antiguas luchas y sentimientos comunes para aprender a manipular el control remoto del televisor, aquel gadget que les devuelve algo de poder (o la ilusión de poder) pero que al mismo tiempo les presenta una falsa realidad; baja cantidad de información, a cambio del efecto de información (Sarlo, 2001: 59-61).


 

 

 

 

 

1 La antología cuenta con los siguientes títulos: “¿Independencias? ¿Bicentenarios?”, “La democracia chilena del bicentenario”, “Campo cultural y neoliberalismo en Chile” (publicado el año 2008 en Casa de las Américas, N° 253, pp. 20-38), “Paradojas de la banalidad” (publicado el año 2008 en Armas y Letras, N° 65, pp. 44-51), “Las Universidades públicas chilenas”, “La práctica, el estudio y la enseñanza de la literatura” (Leído en el seminario ‘El poder del lenguaje y los lenguajes del poder II’ . Dirección de bibliotecas, archivos y museos DIBAM. Santiago, Chile, 2009), “Prólogo” a Recordar para pensar. Memoria para la democracia (Eds. Tania Medalla, Alondra Peirano, Olga Ruiz, Regine Walsh. Santiago de Chile. Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos, Universidad de Chile y Fundación Heinrich Böll, 2010), “El día de la raza” (leído en el II Congreso Internacional de Lenguas y Literaturas Iberoamericana y XIII Jornadas de Lengua y Literatura Mapuche. Universidad de la Frontera, Temuco, Chile, 22, 23, y 24 de octubre de 2008), “(Des) formación de ciudadanía y fracaso democrático en el Chile de la postdictadura” (leído en Niterói, Brasil, en las IX Jornadas de Litera}xtura Latinoamericana. JALLA 2010. “América Latina: integración e interlocución”, 2 a 6 de agosto de 2010), “Saqueos” (ensayo incluido en el libro El terremoto social del Bicentenario, Silvia Aguilera (editora). Santiago. LOM ediciones, 2010. pp. 103-114), “In promptu de agradecimiento” (texto de agradecimiento a Casa de las Américas, por el premio de ensayo “Ezequiel Martínez Estrada 2009” por el libro Globalización e identidades nacionales y posnacionales … ¿de qué estamos hablando?)

 

2 Para un mayor estudio, ver Rodríguez-Plaza, P. (2008). La visualidad urbana en el chile de la UP. En: VV. AA. Cartel Chileno 1963 – 1973. Santiago de Chile: Ediciones B.

3Según Álvarez Castelli (2008), siguiendo los postulados de Sontag, la emergencia del cartelismo y del muralismo en Chile con fines políticos evidenciaría los momentos de crisis a los cuales se ve enfrentada la sociedad. Álvarez Castelli, M. (2008) Psicodelia militante. En Vico, M y Osses M. Un grito en la pared. psicodelia, compromiso político y exilio en el cartel chileno. Santiago de Chile: Ocho Libros: 8

 

4 Según Klein (2008) “La misión de Friedman […] se basaba en el sueño de regresar a un estado de salud “natural” donde todo estaba en equilibrio, antes de que las interferencias humanas crearan patrones de distorción […] Friedman creía que cuando la economía estaba muy distorcionada, la única manera de alcanzar el estado previo era infligir deliberadamente dolorosos shocks”.

 

5El CADA se perfila como uno de los más destacados grupos artísticos de la escena de avanzada, cuyas obras – o acciones – remecen el contexto social, político y cultural de la época y repercuten – resuenan – todavía en la actualidad. Una de las posturas más relevantes (y en el contexto, desafiantes) del colectivo fue su rechazo a la institucionalidad artística y por extensión a todo tipo de institución que, en la época, reprodujera las ideologías reinantes bajo el alero del régimen militar. Este repudio orientó gran parte de su accionar artístico que buscó formas de inversión que transformaron los márgenes extraartísticos de la época en elementos esenciales y contextos de su expresiones.

 

Bibliografía

 

Bourdieu, P. (2002). La esencia del neoliberalismo. En: Pierre Bourdieu. Seis ensayos de Pierre Bourdieu publicados en Le Monde Diplomatique. Editorial Aún Creemos en los Sueños.

 

Klein, N. (2007). La doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre. Barcelona: Paidós.

Moulian, T. (1997). Chile, Anatomía de un mito. Santiago de Chile: LOM.
Sarlo, B. (2001). Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, Arte y Videocultura en la Argentina. Buenos Aires: Ariel.

 

Rojo, G. (2010). Discrepancias del Bicentenario. Santiago de Chile: Lom.
Vico, M y Oses. M. (2009). Un grito en la pared. Psicodelia, compromiso político y exilio en el cartel chileno. Santiago de Chile: Ocho Libros.


 












Discursos/prácticas Nº 4 [Sem. 2] 2010



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